Luego de las elecciones de este domingo, la abstención será nuevamente un tema de debate por un par de días. Ninguno de los partidos del régimen ha sacado nunca conclusiones serias sobre este hecho. Pero el pueblo sabe lo que hace.
Muchos se devanaron la cabeza pensando si debían votar o no en la elección de gobernadores. Por redes sociales se multiplicaron los llamados desesperados “a terminar con la derecha”. Poco dicen de los serían beneficiados por ese voto castigo. Es lógico. Qué van a decir, si son los mismos que han estado usufructuando de la política y que ahora quieren un respaldo porque son el “mal menor”.
Habrá otros que, ante la derrota en las urnas, empezarán con su cantinela: “no sirvió de nada el levantamiento popular”, “la gente es tonta”, “son todos flojos”, “así no se puede”, etc. Estos perdedores imputan sus derrotas, su tontera, su flojera, al pueblo, mientras esconden sus intereses y sus pequeñeces de clase.
El pueblo es más inteligente y capaz de lo que muchos piensan. Como dicen, “ve debajo del agua”, ve la realidad y lo que se quiere ocultar. Al igual que en la anterior votación del 16 y 17 de mayo, lo fundamental era la votación por los constituyentes y no las otras (alcaldes, gobernadores, concejales, etc.), porque esas era una elección de los partidos políticos añejos. Esto se refrenda ahora. La abstención no tiene que ver con las personas, sino con los partidos políticos del sistema que, durante las campañas electorales plantean que son necesarios. No lo son.
Y la respuesta a la pregunta ¿cuándo votar? es sencilla. Cuando el pueblo cree que se está jugando algo importante, en ese momento, las votaciones forman parte de una causa popular. Para un pueblo que quiere cambiarlo todo, no basta sólo con votar; se debe cambiar el mundo, la realidad, con nuestra acción. Tengamos confianza en el pueblo.