Pedro Castillo declaró lo que ya es un hecho: de acuerdo a todas las previsiones ha ganado la elección presidencial. Pero Keiko Fujimori intenta mantener viva su campaña del fraude. Ahora quiere que se resten 500 mil votos del conteo.
Lo estrecho de los resultados mantiene la indecisión. Las autoridades electorales no pueden proclamar un presunto ganador, el proceso legal tomará todavía días y semanas. Con el 99,998% de las actas contabilizadas, Pedro Castillo mantiene su ventaja de 50,214% contra 49,789%. Como se ve, las cifras hay que darlas con tres decimales. Pero el hecho es que la ventaja relativa de Perú Libre se ha mantenido, a pesar de los votos en el exterior, que significaban la última esperanza legítima del fujimorismo de revertir los resultados.
Ahora, la ultraderecha recurre a trucos administrativos, para ganar tiempo o para cambiar la situación. Keiko Fujimori anunció que presentará una acción de nulidad en contra de 802 actas o mesas y reveló su cálculo: “más o menos representan 200.000 votos y si le agregamos las 1.200 actas observadas que representan 300.000 votos, aquí todavía están en juego 500.000 votos.” Y agregó el verdadero objetivo: “cuando estas acciones sean admitidas, [esos votos] deben ser retirados del conteo final”. Lo que busca, entonces, es retrasar el veredicto, que sabe que le será adverso, y en el intertanto, tomar la delantera en los cómputos.
¿Qué puede suceder en el intertanto? La ultraderecha espera, en ese caos, obtener el apoyo de las Fuerzas Armadas para imponerse. Pero eso se ve difícil, porque la oligarquía teme a lo que llaman a una “salida chilena” o “colombiana”, es decir, a un levantamiento popular. Y pocos en el régimen apuestan a que Fujimori pueda evitar ese desenlace. Una muestra de esa reticencia es la postura del tradicional diario derechista “El Comercio”, que no ha seguido la campaña del fraude promovida por el fujimorismo y ha expuesto sus mentiras. Para Perú Libre, para los adherentes de Castillo, pero, principalmente, para el pueblo, la tarea es mantenerse vigilantes ante las maniobras golpistas y no confiar en nadie, excepto en sus propias fuerzas.