Honestamente, no nos importa. Los trabajadores están en las micros, exponiéndose al virus; en las calles haciendo comercio ambulante, rebuscándoselas para sostener a sus familias; en las salmoneras, pasándose de frío con trabajos temporales. Los trabajadores están en las poblaciones y territorios de Chile parando ollas comunes, para enfrentar el día a día. Preparando la organización, su capacidad de lucha, para cuando llegue el momento, su momento.
Frente al poder de los trabajadores, de su organización real -no de papel-, la Central Unitaria de Trabajadores es apenas un espectáculo, y triste, del que nadie toma ni apunte. Un lastimero heredero de otros hombres y mujeres más dignos y señeros. ¿Que la CUT qué? Es larga la lista de renuncias y negociaciones a espaldas de la clase trabajadora, de la que debieran defender su vida, su salud y sus intereses.
Sería triste, pero parece inevitable, que la que fuera la mayor expresión de la organización sindical de los trabajadores se hunda con todo el resto de instituciones inservibles que hay que remover. Triste, pero así es la historia.