El espectáculo diario del ministro de Salud se supera cada vez más. Este lunes, el escuincle doctor recordó el día mundial sin fumar, a sus amigas del whatsapp e Instagram e, incluso, lloró un poco. Todo, mientras el desastre sanitario provocado por el gobierno queda al descubierto. Ya no es chistoso. Urgen medidas urgentes para detener y revertir la catástrofe.
Enrique Paris no respondió a las preguntas más importantes que se le hicieron; adjudicó el aumento de los contagios a la irresponsabilidad de las personas; destacó que más del 60 por ciento de las personas que son tratados en las UCI no están vacunadas, dejando sin explicación qué consecuencias tiene que más de un tercio de los pacientes que actualmente están graves en un hospital sí estén vacunados; defendió el pase verde; se arrastró en devoción ante Juan Sutil; el presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, por los ventiladores pencas “donados” por el organismo empresarial; ignoró el colapso en los hospitales y a los muertos por el Covid; impuso una cuarentena “dinámica”, habló contra los influencers malos; reveló que es amigo de ciertas influencers buenas, como Eli del Caso, y que su prima… en fin.
El ministro de Salud es médico. Se supone que tiene conocimientos suficientes para realizarse un autodiagnóstico. Claramente, necesita ayuda de profesionales de la salud mental. La labilidad, el desvarío y la incapacidad de controlar sus impulsos son indicios evidentes de una persona que está sobrepasada. Pero el problema es que ese derrumbe no es sólo personal. El gobierno se ha quedado en blanco; otra vez, sus planes se cayeron como un “castillo de naipes”, como decía Mañalich.
Una y otra vez, este gobierno ha, activamente, empeorado la situación de la pandemia. Una y otra vez, lo ha hecho por consideraciones económicas, por los intereses de comerciantes y capitalistas. Y una y otra vez, ha fracasado en su afán de presentarse como portadores de grandes éxitos.
El aumento de los contagios para estas fechas, en la antesala del invierno, era enteramente previsible y, de hecho, estaba previsto. Lo que no habían calculado era que hubiera una especie de “tercera ola” inmediatamente antes, en marzo y abril. Pero eso también se pudo prever. La particularidad de las “olas” de la pandemia en Chile, es que en ningún momento ha habido una reducción significativa de los casos, como se vivió en otros países. Más que ola, parece un tsunami.
Y ante cada momento crítico, la reacción de las autoridades ha sido la de promover la apertura comercial y económica, sólo para tener que retroceder ante la evidencia del desastre que ellos causaron.
Durante este año, apostaron -literalmente- todo su dinero a vacunación y, nuevamente, a la perversa teoría de la inmunidad de rebaño, una meta prácticamente imposible cuando se trata de una pandemia global, valga la redundancia. No se fijaron en que las variantes peligrosas del virus surgen, justamente, de episodios de inmunización masiva, ya sea en zonas en que hubo muchos contagiados o de pacientes que recibieron tratamientos plasma convaleciente. En otras palabras, las mutaciones se desarrollaron a partir de la existencia de muchos anticuerpos contra el virus, que es exactamente lo mismo que provoca una vacunación amplia, pero no completa, de la población. Además, no han considerado que la efectividad de las vacunas como la producida por Sinovac es relativamente menor a otros compuestos, como la Sputnik V o Pfizer. Todo esto significa que no basta con la vacuna para terminar con la pandemia. Y así será en un buen tiempo.
¿Qué se puede hacer? Se debe reducir los casos y las muertes urgentemente. Para eso deberían disponerse de todas las medidas económicas y sociales en beneficio de la población, para poder frenar la circulación del virus. Las cuarentenas prolongadas y a medias, en especial la famosa fase 2, que han regido en casi todo el país durante este año, no sirven. La cuarentena es una medida de emergencia y excepcional: debe ser breve, máximo tres semanas, y absolutamente eficaz. La política del gobierno ha sido, en cambio, decretar cuarentenas en un momento, y al siguiente, sabotearla con excepciones y medidas contradictorias. La última de ellas es el famoso pase verde.
Y lo más importante que se debe hacer, que es encontrar cada caso de contagio y su origen para aplicar medidas individuales de aislamiento, nunca se ha hecho en todo este tiempo. Los contagios aparecen agrupados: comúnmente es una persona la que transmite el virus, por ejemplo, en un lugar de trabajo. De ahí se sigue esparciendo por los grupos familiares y de amistad. Encontrar el origen es la clave para suprimir el virus y evitar las medidas más “brutas” como una cuarentena general.
Hay que cambiar toda la estrategia, todos los métodos, todas las formas. Hay que sacar a los responsables de tantas muertes de sus cargos. Hay que develar todos sus manejos, manipulaciones, mentiras y robos. Deben ser castigados. Se requieren medidas urgentes. Este gobierno no puede seguir a cargo de la pandemia. No puede seguir a cargo del país.