El nuevo presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, reemplaza a Lenín Moreno, un mandatario que es reconocido, no por su altura moral, sino por traiciones políticas, represión y un manejo paupérrimo del gobierno. Los auspicios no son los mejores para el nuevo mandatario, que debe hacer frente a una soterrada crisis social y política y, a una patente crisis económica y sanitaria.
Hoy asumió Guillermo Lasso como presidente del Ecuador. Es un empresario y banquero. Como muchos empresarios latinoamericanos ha tenido líos con irregularidades financieras y estaba asociado a 49 empresas offshore en paraísos fiscales.
Su antecesor, Lenín Moreno, accedió al poder siendo el delfín de Rafael Correa y lo traicionó, se acercó a la derecha, estrechó relaciones con Estados Unidos, reprimió al pueblo, siguió los dictados del FMI y condujo la respuesta al Covid-19 de manera criminalmente negligente.
Lasso pretende ser visto como un centrista, que está más allá de los mandatarios que lo precedieron. Como anticipo de lo que hará, plantea luchar para erradicar el hambre, reactivar la economía del país, garantizar los derechos humanos de las mujeres, la igualdad de género, etc.
En la realidad, recibe un país con altas tasas de desempleo, con una pandemia que no ha podido ser combatida eficientemente, donde la corrupción campea, con desigualdad social, entre otras muchas cosas más. Todas estas fatalidades son parte del fracaso de los gobernantes que lo antecedieron, según Lasso.
Pese a haber resultado electo presidente, sólo cuenta con 12 representantes en el Legislativo, de un total de 137. El Movimiento Creando Oportunidades, que es su partido, busca alianzas que le permitan ampliar el respaldo a su líder.
Las aspiraciones y pretensiones del mandatario, que quiere representar a una clase media y regir los destinos de los ecuatorianos por cuatro años, sin tropiezos y de forma armónica, choca con políticas reales que impone la presión del Fondo Monetario Internacional y sus propios compromisos de campaña, enfocados a la oligarquía: que el sector privado administre los hospitales, reformas estructurales al sistema de seguridad social, promoción del arribo de la banca internacional al país, reducción del gasto público, etc.
Las promesas de Lasso se parecen a las de otros presidentes: crear dos millones de puestos de trabajo, subir el salario mínimo a 500 dólares y vacunar a todos los ecuatorianos en cien días. El pueblo ecuatoriano quizás esperará cien días, pero, en cualquier caso, ya sabe qué hacer con todo esto.