Los resultados de las elecciones del fin de semana, supuestamente, fueron un “terremoto político”. Pero un par de horas después, parece que, al final, todos estaban de acuerdo en todo: diálogo, consenso, moderación. Son malos perdedores. El repudio popular que los comicios evidenciaron, sin embargo, crecerá.
Primero fue la bolsa. Se derrumbó casi un 10 por ciento. El dólar se disparó. La reacción de los mercados fue consistente con las advertencias que habían hecho antes de las elecciones. Sólo un día previo a los comicios, el banco de inversiones estadounidense Goldman Sachs había advertido: “una representación mayor de lo esperado de partidos de extrema izquierda, o un escaso grupo de delegados pro-mercado aumentaría el riesgo de un cambio hacia el populismo y políticas centradas en el Estado que se consagran en la Constitución, lo que probablemente podría desencadenar una reacción adversa del mercado”. Dicho y hecho. Hay que concederles una cosa a estos muchachos: andan más atentos que sus colegas analistas locales.
El mismo lunes, sin embargo, ya vino el llamado a la tranquilidad. La clasificadora de deuda Standard & Poor’s indicó respecto a la constituyente que “esperamos que Chile mantenga la formulación de políticas y las instituciones políticas predecibles, así como la transparencia y la rendición de cuentas de sus instituciones”.
Y, probablemente, tengan razón en, al menos, una cosa. Todo es muy predecible. Al día siguiente de su descalabro número 1.221, el gobierno dice que va a escuchar “la voz de la ciudadanía” que sonó, según Piñera, “fuerte y clara”. Los partidos de la derecha, de repente, descubren que el asunto de los dos tercios o, más bien de su tercio, nunca fue tan importante. Es cosa de conversar y siempre habrá con quien negociar algo.
La tranza
Los partidos de la Concertación se alegran infinitamente por los logros, sobre todo en las elecciones municipales o las firmas de Boric, de sus supuestos competidores del PC y del FA. Y esos, a su vez, exageran la nota con sus celebraciones, mientras las negociaciones ya están en marcha. Es como esa gente que sube la música para que los vecinos no escuchen el otro ruido, ese que puede ser comprometedor.
Al final es, casi, casi, como si creyeran que todo esto fuera obra y mérito de ellos. Pero se descubren solos, porque, ansiosos, no pueden esperar o, siquiera, fingir humildad.
Incluso, los que criticaban a los partidos ya están demostrando su verdadera faz. Uno de esos constituyentes electos declaró al diario “La Tercera”: “La Lista del Pueblo dijo que no iba a transar con la derecha, pero no sé qué tan cierto sea eso, porque por lo menos hay que llegar a mínimos comunes. No estoy hablando de que hay que ceder en todo. Pero hay mínimos comunes que se deben establecer, porque deben dar estabilidad en el país”.
¡Seguro, campeón! “Mínimos comunes”, “diálogo”, “estabilidad”. Lo que piden los chicos de Goldman Sachs, lo que esperan los partidos del régimen y el gobierno de Piñera, y lo que necesitan los dueños de Chile.
Son malos perdedores. Podrían, al menos, haber esperado un poquito.
Pero el pueblo ya les sacó la foto hace rato. Es lo que no tiene en cuenta esta gente. Creen que pueden sembrar ilusiones. Al final, los únicos que caen, son ellos mismos.