Las elecciones de este fin de semana confirmaron lo evidente. Los partidos del régimen quedaron reducidos a un lugar subordinado frente a las diversas listas de independientes. Entre éstas, destacaron las que tuvieron el discurso más intransigente, y más ligado a las movilizaciones del 18 de octubre. Ahora, la crisis política se agrava.
Una cadena de derrotas: eso fueron para los partidos del régimen las cuádruples elecciones del 15 y 16 de mayo. La derecha sufrió y sufrió y sufrió. No sólo fracasó en lograr el famoso tercio de los escaños en la convención. También quedó relegada en algunos distritos a un tercer lugar en las constituyentes. La hemorragia se extendió a las elecciones de alcaldes y gobernadores, de menor importancia en esta ocasión. A partir de ahora van a relucir las dagas y, ocultas bajo las togas.
La antigua Concertación también padeció los efectos del repudio. Quedó por debajo de la coalición del PC y el Frente Amplio. Estos, a su vez, fallaron en ciertos objetivos que se habían planteado, como levantar la figura de la excandidata presidencial Beatriz Sánchez o promover otros de sus dirigentes a la convención. A cambio, tuvieron algunas satisfacciones.
Pero está claro que también en este sector empieza ahora la poda y los punzazos, preferiblemente por la espalda.
Todos, sin excepción, deberán conformarse con su papel minoritario. La primera fuerza electoral del país son las candidaturas que se declaran en mayor o menor medida ajenos, o incluso, contrarios a los partidos del régimen. Sin duda, ahora deberán definirse: una tarea que no pinta fácil.
Si alguien esperó que estas elecciones “históricas” ayudarían a resolver la crisis política, se equivocó; está recién está comenzando.