En los últimos dos días se acrecentaron las protestas en Jerusalén. Una de las causas es el desalojo de viviendas palestinas. Las fuerzas israelíes actuaron con “mano dura” para reprimirlos, dejando un saldo de 280 palestinos heridos por balas de goma.
Las protestas han estallado, no sólo porque se impidió el acceso a la mezquita Al-Aqsa en el último viernes del Ramadán, sino también porque el Estado israelí pretende desalojar a residentes palestinos de Jerusalén de sus viviendas porque fueron reclamadas por colonos que alegan que antes de 1948 eran de propiedad judía.
Se reunieron miles de palestinos en la explanada tras el rezo del Ramadán, en una de las manifestaciones más emblemáticas del último tiempo, gatillada por la presión constante de anular la presencia palestina en Jerusalén, debido a que Israel pretende que sea su capital, sin importarle que sea sagrada para tres religiones. Los palestinos indignados tiran piedras, los israelíes han respondido con “mano dura”, hiriendo a más de 280 palestinos en dos días de protestas con perdigones, usando granadas paralizantes y carros lanza-agua
Este tipo de provocaciones del lado israelí no son nuevas, la segunda intifada tuvo como génesis la visita de Ariel Sharón a Al.Aqsa y se saldó con más de 5000 palestinos muertos y 1000 israelíes.
Pero de eso hace ya más de veinte años. El escenario es distinto de aquel. El terreno político internacional es más difícil de manipular, ya aparecen voces que plantean que el Estado de Israel lleva adelante una limpieza étnica y ha llevado a cabo crímenes de lesa humanidad. La pérdida de fuerza política de los estadounidenses ha repercutido internamente, de manera que ya hace un tiempo la política israelí ha salido a negociar con sus enemigos para preservarse como país y poner sus energías en acabar con el Estado Palestino, como tal. Otro aditamento, es que la resistencia palestina opera con más armamento que le puede hacer daño. Y, por último, debe distraer fuerzas constantemente para lidiar con potenciales enemigos en el Líbano, Siria, Iráq, Irán e incluso Yémen. Esto sin contar con los problemas internos del propio Estado sionista.
Como nos recuerda el pueblo palestino, no se puede tener a un pueblo prisionero de otro y tratado indignamente. Tarde o temprano deberá liberarse de sus cadenas. En este caso, como en otros, queda patente quién es el malo y quién es el bueno en esta historia.