En Río de Janeiro, específicamente en la favela Jacarezinho, la policía civil, asesinó a 25 personas. Se trata de ejecuciones extrajudiciales hechas por fuerzas policiales amparadas por el régimen de Bolsonaro.
En el 2020, el Tribunal Supremo Federal había restringido las operaciones policiales en las favelas durante la pandemia del covid19. Aún así, el 6 de mayo se realizó una de estas acciones en Río de Janeiro.
En la favela de Jacarezinho, en la llamada “Ciudad Maravillosa”, se realizó una operación contra miembros de una organización criminal. Al inicio de ella fue asesinado uno de los policías. Esto desencadenó una masacre que derivó en el asesinato de 28 personas. Como es habitual, el discurso coincidente de las policías nos cuenta que todo fue apegado a la legalidad y a los protocolos vigentes.
Superó la masacre de Vigário Geral, en 1993, cuando un escuadrón de la muerte mató a 21 personas en dicha favela. Como luego se vería, el escuadrón lo conformaban más de 52 policías militares que hacían “limpieza social”, vengándose de la muerte de otros policías en los días precedentes.
Brasil tiene una larga lista de matanzas originadas por los diversos cuerpos de seguridad; algunas veces como venganza por la muerte de agentes, otras veces gatillada por empresarios que les pagan por deshacerse de los pobres, tanto en las favelas como en las calles de las ciudades con los “meninos da rua” o niños de la calle.
Hoy, por la impunidad que reina en Brasil, la policía civil, en este caso, actúa con la más amplía protección del régimen y es capaz de perpetrar masacres sin temor a ser juzgada. Los efectivos no tienen que ponerse capuchas o matar en las sombras de la noche. Operan a la luz del día y mostrando sus uniformes, convencidos que la sociedad los avala en su inmoralidad.
Como vemos, no es sólo en Brasil donde la policía actúa con impunidad, bajo la protección del régimen y en contra del pueblo. Chile, Colombia, la enumeración es larga. Los pueblos debieran contar con fuerzas policiales destinadas efectivamente a protegerlos, no para reprimirlos, torturarlos, herirlos, o masacrarlos; defensores de regímenes que atenazan a sus pueblos a la miseria. Saben que precisamente es ese pueblo el que ya se ha decidido, e irá, tarde o temprano por ellos.