Un grupo de militares, en retiro y activos, escriben una carta donde plantean que Francia está en peligro y que se debe hacer algo. La fecha en que emiten su proclama es el mismo día en que, 60 años antes, miembros sediciosos del ejército galo quisieron atentar contra la república encabezada por su presidente Charles De Gaulle.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en la Francia ocupada por las fuerzas alemanas, subsistía un régimen títere, encabezado por el mariscal Pétain. Este gobierno colaboracionista, de corte fascista, dura hasta que es liberado el país. En el intertanto, Pétain huye a Alemania. El general De Gaulle declara que ese régimen era “ilegitimo, nulo y sin efecto”. Posteriormente, al finalizar la guerra, en todo el mundo, los países colonialistas perderán muchos de sus territorios de ultramar. Francia no será la excepción.
En la década del 60, Argelia, una colonia francesa en África, comienza su lucha por la independencia. Esto es resistido por militares, policías y los “pies negros”, colonos de origen europeo, nacidos en Argelia, que no eran musulmanes, y que querían seguir perteneciendo a Francia. Cuando el presidente de Gaulle comenzó a negociar con los independentistas argelinos, las facciones dentro del Estado que se oponían a la independencia se articularon. Trataron de dar un golpe de Estado, pero fallaron. Esas mismas fuerzas serán las que crearán las OAS, Organización del Ejército Secreto, una grupo terrorista dirigido por un general que estaba en contra de la autodeterminación argelina. La OAS torturaría y mataría a independentistas argelinos y pondría bombas en la misma Francia en contra de sus ciudadanos. Estos mismos militares después darían cursos a sus colegas sudamericanos de cómo torturar a sus compatriotas. Estos son los mismos que se solazaban en Vichy, colaborando con los alemanes; no eran otros.
Hoy día, a sesenta años del fallido golpe de Estado, reivindican tangencialmente esa asonada y envían una carta que es un llamado a la sedición militar para hacer notar el peligro que correría Francia frente a las hordas islámicas que la acecharían. Los firmantes son ex altos mandos militares en retiro y militares en funciones. El peligro es patente, el riesgo es que se produzca una guerra civil, advierten. Otra vez, los mismos que alguna vez apoyaron a los nazis, vuelven a mostrar su cariz e instan a estos insatisfechos a sumarse a la causa de la ultraderecha, representada por Marine Le Pen.
Estos grupos de derecha, ven la debilidad de un régimen, o creen percibirla. Y tratan de sumar a su causa a la clase trabajadora francesa, con exaltaciones nacionalistas y de una cruzada contra el enemigo de la sociedad “democrática”. Se equivocan, porque el mundo comenzó a andar ya hace un tiempo, buscando la libertad, la igualdad y la fraternidad, no de un grupo o país, sino de la humanidad en pos de un futuro mejor. Las religiones, nacionalismos y oportunismos, no son parte de la lucha de la humanidad por zafarse de las cadenas que lo esclavizan.
Francia no está en peligro. El pequeño paraíso racista de algunos franceses, sí.