Perú en la encrucijada

Perú se enfrenta este seis de junio a la más insólita de las elecciones. Por un lado, Keiko Fujimori, hija del ex dictador, y Pedro Castillo, profesor rural y dirigente sindical que pertenece a un partido que se define como “marxista-leninista-mariateguista”. Pero, la verdad, no sólo las elecciones son insólitas.

Los comicios se realizan en medio de la inestabilidad, impredecibilidad y el desmoronamiento de las instituciones. En 2020, las movilizaciones populares derrocaron a un presidente. Tres mandatarios se sucedieron en sólo una semana.
La pandemia está fuera de control. Marzo concluyó con un total 31.399 personas fallecidas; durante las últimas semanas se registraron 400 muertos diarios. El actual presidente tambalea. Sin elecciones, ya habría sido depuesto a causa del llamado vacunagate, el desvío de vacunas a funcionarios gubernamentales y personajes ligados al poder.
La primera vuelta nuevamente desacreditó todos los pronósticos y encuestas. De los 18 candidatos, a segunda vuelta pasaron dos candidatos que en sondeos previos al 11 de abril marcaban el 8% y 6% de las preferencias. Los partidos y formaciones políticas, en su mayoría con no más de 15 años de existencia, demostraron no tener alcance alguno en la sociedad, ni representar sectores y clases sociales. Atrás quedaron los tiempos de los grandes partidos y alianzas. Hoy el fracaso electoral es la regla. Para ellos, hoy, todo es incertidumbre política con el Congreso más fraccionado de las últimas tres décadas.
El pueblo, en cambio, avanza en su camino y con la experiencia acumulada durante las jornadas de movilización popular del año pasado, ha definido una idea de país en rechazo, precisamente, del escenario actual donde la corrupción iguala a prácticamente todos los partidos y dirigentes políticos.

Keiko o Castillo

Keiko Fujimori, hija del dictador Fujimori preso por corrupción y crímenes de lesa humanidad, altamente impopular, con una pésima reputación y un 55% de rechazo social por su historial de denuncias de corrupción en el caso Lava Jato (que tiene presos a los ex presidentes Alejandro Toledo y Pedro Pablo Kuczynski, además de la ex primera dama Nadine Heredia). Acusada, en marzo, por lavado de activos, organización criminal y obstrucción a la justicia. Ahora realiza su campaña electoral bajo el régimen de libertad vigilada y, por orden judicial, le está prohibido salir de Lima. Desesperada, pretende ganar votos con un discurso distanciado del legado de su padre y el fujimorismo (dijo que nombraría un premier de otro sector de la derecha), pero con un fuerte contenido anticomunista. Mediante su “plan de rescate 2021” busca atraer el apoyo del empresariado y la derecha más conservadora y el Opus Dei. Siembra temor en las clases medias con el fantasma de Venezuela. Aun así, ha prometido indultar a su padre de llegar al poder.

Keiko Fujimori durante el proceso por coimas de Odebrecht

Pedro Castillo, profesor rural en la pequeña localidad de Chota, una de las más pobres del país, ubicada en el departamento de Cajamarca, es el candidato de Perú Libre. Lideró en 2017 una huelga nacional de docentes, sindicato más grande del país, y que paralizó las clases durante tres meses, en demanda de mejoras salariales y la eliminación de las evaluaciones al desempeño laboral de los profesores. Montado a caballo y con sombrero de ala ancha, su campaña creció con sus viajes por la Sierra Central y el sur del país, de tradición más combativa, donde realizó numerosos discursos proponiendo “una nueva Constitución” para terminar con la actual constitución fujimorista, “No más pobres en un país rico”, la “nacionalización de los sectores clave de la economía”, la “muerte civil a los corruptos”, y que “nuestra principal herramienta será la educación de nuestro pueblo”. Ciertamente, su detención en medio de la campaña por incumplir las medidas sanitarias contra el Covid-19 (evitar las concentraciones y la prohibición de circular después de las nueve de la noche), le permitió vincularse con el sentimiento mayoritario de la población. Argumentó que su exposición al virus no era mayor que aquellos que deben salir trabajar a diario. Con todo, recientemente su campaña ha tenido acercamientos con la Sociedad Nacional de Industrias y para sorpresa de muchos, se ha manifestado en contra del aborto, el matrimonio homosexual, la eutanasia y el enfoque de género en la escuela.

Pedro Castillo en campaña

Lima vs. regiones, derecha vs. izquierda, fujimorismo vs. anti-fujimorismo.

Las primeras encuestas para la segunda vuelta muestran una ventaja importante a favor de Castillo. Según el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), el profesor Castillo suma 41%, contra 21% de la líder de Fuerza Popular de la derecha. La diferencia se disuelve en Lima, donde el primero obtiene un 29% y la acusada, un 31%. Todo, mientras que quienes votarían nulo o blanco o no han decidido su voto suman 44% de los encuestados.
Las facciones de la derecha peruana, al parecer, finalmente cerrarán filas con Keiko y asumirán los costos de un pacto electoral para enfrentar a una izquierda y progresismo “populista” que creen, cederá al igual que el ex presidente Ollanta Humala a la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas. Humala había sido elegido de una manera similar, con el apoyo del interior, y promesas de cambio, en 2011, para derechizarse rápidamente una vez en el cargo. En vez de un aliado de Hugo Chávez, como se le había descrito, se convirtió en un sirviente de las grandes mineras.

La «campaña del terror» fujimorista en Lima


El escritor Mario Vargas Llosa, uno de los voceros de la derecha latinoamericana, ya declaró su apoyo a Keiko, enterrando décadas de furibunda oposición al fujimorismo. Y apunta a otro factor fundamental en el proceso político peruano: advierte que “si se establece el modelo venezolano o cubano para el Perú, no se puede descartar un golpe militar a corto plazo”. Sólo en el último tiempo, las Fuerzas Armadas han jugado un papel determinante en la destitución de los presidentes Kuczinsky, Vizcarra y el muy breve Merino. Lo concreto es que, mientras los fugaces líderes de las distintas facciones de lado y lado se confinan a fraguar muchos diagnósticos sin dar con las causas de su crisis, los trabajadores siguen sujetos a la más férrea informalidad y explotación, además de las terribles consecuencias de la pandemia.

El año del bicentenario

Este año, Perú conmemora sus 200 años de vida independiente, iniciada por la expedición libertadora organizada por Bernardo O´Higgins, que dedicó todas las fuerzas de nuestra joven patria liberada a la campaña emancipatoria.
Todo indica que el esplendor de su pueblo arrasará con el repudiado régimen político en agónica crisis. El 28 de julio asumirá un nuevo mandatario, aún más débil que los últimos cuatro, bajo los mismos términos del enfrentamiento popular con el régimen político y la lucha por las demandas populares. Si la presidenta fuera Keiko, ni la pluma de Vargas Llosa, ni el poder del capital, ni el ejército, la podrán sostener por mucho tiempo. Si el elegido es el profesor Castillo, más le valdrá cumplir su promesa de querer obedecer al pueblo. No es posible ya, ni en Perú, ni en América Latina, volver a los intentos de establecer un precario equilibrio entre las clases sociales. El pueblo peruano ya ha demostrado que no cederá su protagonismo y acera su vocación de poder, impulsado por las circunstancias políticas, económicas y sociales agravadas por la pandemia. Ya vislumbra su oportunidad, al igual que los otros pueblos de América, de definir a su favor su futuro mediante una decidida lucha.