El golpe del TC

Con su decisión de declarar inadmisible el reclamo de Piñera en contra del tercer retiro, el Tribunal Constitucional le hizo una suerte de golpe de Estado institucional al gobierno. El gobierno queda en el piso. Pero el golpe no resuelve la crisis, que continúa y se profundiza. La solución real está sólo en las manos de los trabajadores.

La derrota del gobierno es total. El Tribunal Constitucional declaró inadmisible el requerimiento en contra del tercer retiro. Piñera se quedó sin nada y presentó su rendición incondicional. Promulgó la reforma constitucional que permite retirar un 10% de los fondos previsionales y sacó de la tramitación parlamentaria su improvisado “propio proyecto” del 10%.

Pero la derrota no es sólo de Piñera. Es todo el régimen político el que se desintegra. La decisión del TC es, para todos los efectos, una especie de golpe institucional. Lo dijimos en estas mismas páginas: era posible que el TC rechazara el requerimiento presentado por Piñera. La última vez, los jueces habían empatado. Sólo lo había superado con el voto dirimente de su ex asesora María Luisa Brahm que salvó a Piñera. Pero ahora, la reforma constitucional ya había sido aprobada. Y por dos tercios en ambas cámaras. O sea, habrían tenido que, no sólo torcer, sino quebrar la ley para justificar las pretensiones presidenciales. Pero los ministros del TC hicieron otra cosa. Rechazaron siquiera estudiar el requerimiento por razones formales.

Qué hay detrás del golpe del TC

Así, a la herida proferida, le agregaron la humillación. Es un golpe. Un golpe que proviene de un reducto del pinochetismo. Lo es por la institución misma. Y lo es por los personajes que urdieron la intriga, como el ministro Iván Aróstica. Él actuó en conjunto con otros “juristas”, de la ex-Concertación o que obedecen a la Corte Suprema. ¿Qué quisieron demostrar con ese gesto? Primero, quisieron salvarse ellos del oprobio popular. Y segundo, quieren forzar una salida desesperada para el régimen político. Creen que si le quitan poder al gobierno y lo traspasan al parlamento pueden evitar el derrumbe final.

Poder contra poder

Pero estos jueces, que son bien pobres como abogados, lo son aún más como estadistas o dirigentes políticos. Desde el 18 de octubre, el problema que enfrenta el régimen no es simplemente “la crisis social”. Es el surgimiento de otro poder, el poder del pueblo, el poder de los trabajadores, y que se opone al poder de la clase dominante, el que está en el origen de la crisis actual. Que entreguen a las AFP y sus fondos como un “mal menor” se origina en ese poder del pueblo. Que abandonen al gobierno de Piñera, pero sin reemplazarlo por otro, se debe a ese poder de los trabajadores.

Basta que el pueblo manifieste su poder en las calles, que los portuarios muestren su capacidad de organización, a propósito de las demandas urgentes de la población, para que el régimen se quiebre, una vez más.

La solución a la crisis no tiene que ver con Piñera, el gobierno, la oposición, la convención constitucional, las primarias o las elecciones. La solución es que se supere esta contraposición de poderes; que una de las dos partes -trabajadores o burgueses- tenga todo el poder. Y es la hora que los trabajadores se planteen solucionar este problema de una buena vez.