Desde el 2007 hasta la actualidad, el correísmo había mantenido el poder en Ecuador, primero con Rafael Correa y luego, con su delfín, Lenin Moreno, quien se alejó ideológicamente de su preceptor e incluso lo persiguió. Todo esto, llevó al pueblo ecuatoriano, hastiado de lo mismo y con la sombra del revanchismo, a apostar por el mal conocido, el banquero Guillermo Lasso.
Desde 1997 se sucedieron una serie de mandatarios: Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad, Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacios. Algunos fueron destituidos por incapacidad mental, por corrupción e, incluso, por revueltas populares.
Estaba listo el escenario para que asumiera un nuevo gobierno, con nuevas políticas y esperanzas para el país. Rafael Correa, en el 2007, parecía encarnar esto, pero se las tuvo que ver con un paro de policías y miembros de la aviación, que provocaron una asonada de golpe de Estado, que se saldó con víctimas y el rescato desde un hospital, del presidente. Correa conseguiría un segundo mandato hasta el año 2017. Sería parte de los gobiernos reformistas, que recorrerían América, junto con Kirchner, Chávez, Lula Da Silva, Evo Morales, entre otros. Mantendrían por años un equilibrio inestable, protegiendo el sistema capitalista, pero dándole una mirada más popular. Impondrían una visión de estabilización, impidiendo estallidos sociales, haciendo reformas parciales y apelando al pueblo frente a las presiones de la oposición.
Con el paso del tiempo, y con una nueva oleada social en el orbe, el mundo comenzaría a sufrir el impacto de una crisis política que se reflejaría en el continente, a través de la ruptura del frágil equilibrio, y que tuvo sus reflejos en el golpe de Estado y la captura de Chávez, la destitución de Dilma Rousseff, el triunfo de Macri, la derrota de Bachelet y el golpe de Estado contra Evo Morales.
En Ecuador, todo parecía ir bien, pues el correísmo lograba poner como postulante a la presidencia a un lugarteniente de Rafael Correa, a Lenin Moreno. La gente votó por proseguir con el mismo esquema político anterior. Pero para la sorpresa de muchos, Moreno una vez en el poder, se deslindó de Correa. Comenzó a mostrar un acercamiento a Estados Unidos, al FMI, y a gobiernos de derecha de la región. Esto, quizás no sería nada nuevo en otros gobiernos de la región, lo particular fue su inquina hacia el movimiento popular, que salió a las calles protestando por las medidas económicas, incluso decretando el estado de excepción, y huyendo en un momento a Guayaquil, para evitar ver amenazada su integridad física. Aquí, al igual que otros gobiernos similares, mostró la poca humanidad hacia su pueblo, matando, hiriendo y deteniendo a los que protestaban.
Al llegar la pandemia del Covid 19, mostraría la ineficiencia política y económica de su gobierno, la imagen de los muertos tirados en las calles, quedará por décadas en las retinas de las personas.
No es casualidad que en las elecciones presidenciales triunfara Guillermo Lasso, ante todas las previsiones que daban por ganador al candidato correísta Andrés Arauz. ¿Qué sucedió? Dicen que el diablo sabe más por viejo, que por diablo. Este es el caso de los ecuatorianos, que, entre dos candidatos, que tenían que reemplazar a un presidente que había hecho un gobierno terrible, apostaron por el que conocían y no por el nuevo, pero que podía repetir la misma traición como lo hizo Lenin Moreno. Arauz, tenía casi ganado el sillón presidencial, pero no hizo mucho para que la gente lo viera distinto a su contrincante: se vestían igual, mostraban iguales gestos a los empresarios y se deslindaban de las masas. En última instancia, el pueblo escoge el mal conocido, que el mal por conocer.
Lo que sucedió en Ecuador, más que un triunfo de la derecha, es un paso más hacia el avance del movimiento popular, que estuvo enajenado por un equilibrio de clases, impuesto por gobiernos de corte reformista, que ven con desesperación que la fórmula para llegar al poder se va esfumando de a poco y los va mostrado como son: la misma clase política antigua, solo retocada y con visos cuasi populares.