“Nuestro sistema de salud es uno de los mejores y más eficientes del planeta”, declaró en noviembre del año pasado el Ministro de Salud Jaime Mañalich. En marzo, los trabajadores del Hospital Regional de Antofagasta, salían a enfrentar al Coronavirus, literalmente, “a cuero pela’o”, sin los suficientes elementos de protección personal.
Esta semana se disparó la alerta: 4 trabajadores del Hospital Regional Doctor Leonardo Guzmán, contagiados con el coronavirus el viernes 3 de abril; otros 45 en cuarentena como medida preventiva -entre ellos algunos médicos-, y 120 sometidos al examen de detección del virus. Ya era tarde para hacer oídos al grito de auxilio que los funcionarios afectados habían dado a fines de febrero, preocupados porque la pandemia avanzaba hacia Chile y ellos seguían atendiendo sin protocolo, medidas preventivas y sin elementos de protección.
En entrevista dada esta semana, el secretario del Colegio Médico de Antofagasta, Dr. Hugo Benítez, declaró: “Estamos ante una catástrofe inminente”, para agregar que: “aunque traigan el doble de ventiladores no tenemos personal suficiente para habilitarlos”.
La realidad de la salud pública, transita en un espacio paralelo a los sueños de grandeza del ministro Mañalich, y el pueblo lo sabe de sobra, desde mucho antes del COVID-19. La crisis sanitaria ha estallado como una bomba de racimo, y sus efectos dan cuenta, una vez más del colapso del sistema.
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